sábado, 1 de septiembre de 2007

Un relato sobre peces.

Koi

Dicen que si das de comer a tus peces siempre a la misma hora éstos vienen solos al cabo de un mes; en el caso de mis peces sólo tardaron dos semanas, pero la verdad es que no son unos peces normales. Cuando tenía seis años mi padre trajo a casa dos enormes peces de aspecto extraño; no éran como los peces que tenían mis amigos en sus peceras; éran unos peces enormes de colores muy vivos y con una cara parecida a algún tipo de lagarto.

Al principio me daba miedo ir a la fuente del jardín porque pensaba que los peces iban a saltar al verme llegar y me comerían. Mi padre se rió cuando le conté que los peces me querían comer y me dijo que eso era imposible, pero yo seguía pensado que sería el primer niño comido por unos peces; entonces mi padre me acompañó hasta la fuente y me explicó que aquellos peces éran especiales. Me dijo que éran carpas japonesas y que traían buena suerte a aquellos que las cuidaban y las trataban con el debido respeto.

Yo pensaba que éra sólo una historia que se había inventado mi padre, pero una vez que la fuente se inundó por una tormenta, mi madre cayó muy enferma; los médicos no sabían lo que le pasaba, mi padre cada vez éstaba más desesperado y yo no sabía que podía hacer para que mi madre se pusiera bien otra vez.

Entonces me acordé de la historia que me había contado mi padre y me dediqué a arreglar la fuente con todo lo que tenía a mano; quité todas las ramas que habían caído, tapé los agujeros y di de comer a las carpas con la esperanza de que ayudaran a mi madre. No sé si fue por lo que hice al arreglar la fuente, pero mi madre empezó a mejorar rápidamente; los médicos decían que éra debido a las nuevas medicinas que le habían dado, pero se les veía en los ojos que no sabían qué había pasado.

Desde entonces han pasado más de cuarenta años y las carpas siguen todavía en la fuente del jardín y yo he sido bendecido con una vida afortunada: tengo una bella esposa que es mi compañera y mi mejor amiga y dos preciosos niños llenos de energía y curiosidad que consiguen arrancarme una sonrisa incluso en los peores momentos.

Sé que ésta historia acerca de carpas que traen buena suerte puede parecer ridícula e incluso fantástica, pero la verdad es que todo el mundo necesita creer en algo y a mí me gusta pensar que la fuente del jardín y sus dos habitantes son mi talismán de la buena suerte, por eso he llevado a mis hijos hasta aquí y les he contado ésta historia con la esperanza de que su vida sea al menos tan afortunada como ha sido la mía.

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